Cuba está sufriendo una hemorragia de población a medida que la economía se tambalea. Ahora, el país está sometido a una nueva presión política, ya que uno de los archienemigos del gobierno está a punto de empezar adirigir la política exterior en Washington.
Con Donald Trump de vuelta a la Casa Blanca y el senador Marco Rubio elegido como su secretario de Estado, los dirigentes de la isla se preparan para lo que viene. El hambre, los apagones, los huracanes y los terremotos ya tienen al país tambaleándose, y se especula con que la administración entrante apretará aún más las tuercas.
“No hay nada muy positivo que pueda esperarse de una administración Trump”, dijo Omar Everleny Pérez, un economista cubano radicado en La Habana. “En la mente de la mayoría de los cubanos está la idea de salir”.
Durante la campaña presidencial y en el Capitolio, Trump y Rubio han hablado de la necesidad de un cambio de régimen en La Habana. Para el senador de Florida, la cuestión tiene un significado particular: es hijo de inmigrantes cubanos y ha hecho de su herencia y su oposición al comunismo elementos centrales de su identidad política conservadora.