Han pasado casi dos años desde que Luiz Inácio Lula da Silva aseguró su regreso al poder en Brasil. Para los inversores, han sido sombríos. La divisa ha bajado, los rendimientos de la deuda pública han subido y el mercado bursátil solo ha logrado la mitad de las ganancias registradas en el resto de mercados emergentes.
Todo ello contrasta fuertemente con la primera etapa presidencial de Lula, hace dos décadas. El telón de fondo mundial era muy diferente entonces. Los precios de las materias primas que producía Brasil se disparaban, arrastrando un flujo cada vez mayor de dólares a la nación.
El Lula de 2024 tiene poco en común, dicen los observadores de Brasil, con el Lula de 2003. Ha rechazado repetidamente las peticiones de recortes del gasto para frenar un déficit presupuestario que se ha disparado hasta acercarse a un 10% del PIB: una cifra asombrosa, mucho mayor que cualquier déficit registrado en su primer mandato y uno de los mayores del mundo.